Oración y alabanza

La oración es la manera en que establecemos comunicación con nuestro Creador, Redentor y Santificador, el enchufe por el que nos conectamos a la corriente de Vida que renueva y restaura todo nuestro ser.

 

Pero la oración no es un mero placebo, sino una fuerza sanadora y transformadora cofirmada experimentalmente en numerosos estudios clínicos (ver)

 

"Pedid y recibireis", dijo el Señor, y nos acogemos a su Palabra, porque El si cumple. El es fiel. 

 

Me asalta el temor y el terror; hazme caso y 

respóndeme, Señor. 

 

Salmo 54,2-12 

Jesús empezó a sentir terror y angustia. 

(Mc 14,33) 

 

Dios mío, escucha mi oración, 

no te cierres a mi súplica; 

hazme caso y respóndeme, 

me agitan mis ansiedades. 

 

Me turba la voz del enemigo, 

los gritos del malvado: 

descargan sobre mí calamidades 

y me atacan con furia.

 

Se me retuercen dentro las entrañas, 

me sobrecoge un pavor mortal, 

me asalta el temor y el terror, 

me cubre el espanto, 

 

y pienso: «¡Quién me diera alas de paloma 

para volar y posarme! 

Emigraría lejos, habitaría en el desierto, 

me pondría en seguida a salvo de la tormenta, 

del huracán que devora, Señor; 

del torrente de sus lenguas.» 

 

Violencia y discordia veo en la ciudad: 

día y noche hacen la ronda 

sobre sus murallas; 

en su recinto, crimen e injusticia; 

dentro de ella calamidades; 

no se apartan de su plaza 

la crueldad y el engaño. 

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 

Como era en el principio, ahora y siempre, 

por los siglos de los siglos. Amén. 

 

 Yo invoco a Dios, y el Señor me salva 

Salmo 54,13-15.17-24 

 

Si mi enemigo me injuriase, 

lo aguantaría; 

si mi adversario se alzase contra mí, 

me escondería de él; 

 

pero eres tú, mi compañero, 

mi amigo y confidente, 

a quien me unía una dulce intimidad: 

juntos íbamos entre el bullicio 

por la casa de Dios. 

 

Pero yo invoco a Dios, 

y el Señor me salva: 

por la tarde, en la mañana, al mediodía, 

me quejo gimiendo. 

 

Dios escucha mi voz: 

su paz rescata mi alma de la guerra que me hacen, 

porque son muchos contra mí. 

Dios me escucha, los humilla 

el que reina desde siempre, 

 

porque no quieren enmendarse 

ni temen a Dios. 

Levantan la mano contra su aliado, 

violando los pactos; 

 

su boca es más blanda que la manteca, 

pero desean la guerra; 

sus palabras son más suaves que el aceite, 

pero son puñales. 

 

Encomienda a Dios tus afanes, 

que él te sustentará; 

no permitirá jamás 

que el justo caiga. 

 

Tú, Dios mío, los harás bajar a ellos 

a la fosa profunda. 

Los traidores y sanguinarios 

no cumplirán ni la mitad de sus años. 

Pero yo confío en ti. 

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 

Como era en el principio, ahora y siempre, 

por los siglos de los siglos. Amén. 

 

Antífona 3: Yo invoco a Dios, y el Señor me salva. 

 

El Señor está cerca de los atribulados

Salmo 33,12-23 

 

Venid, hijos, escuchadme: 

os instruiré en el temor del Señor; 

¿hay alguien que ame la vida 

y desee días de prosperidad? 

 

Guarda tu lengua del mal, 

tus labios de la falsedad; 

apártate del mal, obra el bien, 

busca la paz y corre tras ella.  

 

Los ojos del Señor miran a los justos, 

sus oídos escuchan sus gritos; 

pero el Señor se enfrenta con los malhechores, 

para borrar de la tierra su memoria. 

 

Cuando uno grita, el Señor lo escucha 

y lo libra de sus angustias; 

el Señor está cerca de los atribulados, 

salva a los abatidos. 

 

Aunque el justo sufra muchos males, 

de todos lo libra el Señor; 

el cuida de todos sus huesos, 

y ni uno solo se quebrará. 

 

La maldad da muerte al malvado. 

y los que odian al justo serán castigados. 

El Señor redime a sus siervos, 

no será castigado quien se acoge a él. 

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 

Como era en el principio, ahora y siempre, 

por los siglos de los siglos. Amén. 

 

 

Salmo 33,2-11 

El Señor, salvación de los justos 

Habéis saboreado lo bueno 

que es el Señor. (1P 2,3)

 

Bendigo al Señor en todo momento, 

su alabanza está siempre en mi boca; 

mi alma se gloría en el Señor: 

que los humildes lo escuchen y se alegren. 

 

Proclamad conmigo la grandeza del Señor, 

ensalcemos juntos su nombre. 

Yo consulté al Señor, y me respondió, 

me libró de todas mis ansias. 

 

Contempladlo, y quedaréis radiantes, 

vuestro rostro no se avergonzará. 

Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha 

y lo salva de sus angustias. 

 

El ángel del Señor acampa 

en torno a sus fieles y los protege. 

Gustad y ved qué bueno es el Señor, 

dichoso el que se acoge a él. 

 

Todos sus santos, temed al Señor, 

porque nada les falta a los que le temen; 

los ricos empobrecen y pasan hambre, 

los que buscan al Señor no carecen de nada. 

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 

Como era en el principio, ahora y siempre, 

por los siglos de los siglos. Amén. 

 

Contemplad al Señor, y quedaréis radiantes. 

 

SALMO 29

Acción de gracias por la curación de un enfermo en peligro de muerte

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado

y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

Señor, Dios mío, a ti grité,
y tú me sanaste.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos invita el llanto;
por la mañana, el júbilo.

Yo pensaba muy seguro:
"no vacilaré jamás".
Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.

A ti, Señor, llamé, supliqué a mi Dios:
"¿qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?

¿Te va a dar gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme".

Cambiaste mi luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
te cantará mi alma sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
Por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Señor, Dios mío, a ti te grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.

 

Quitad la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois 

panes ázimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja 

(levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad. (1Co 5,7-8) 

 

Oración 

Dios todopoderoso y eterno, que por el misterio pascual has 

restaurado tu alianza con los hombres, concédenos realizar en la

vida cuanto celebramos en la fe.

SECUENCIA DEL ESPÍRITU SANTO

 

Ven, Espíritu Divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

 

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

 

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.

 

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

 

 

Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.

 

Empuñando las armas de la justicia, hagámonos 

recomendables a Dios por nuestra paciencia. 

 

Salmo 118

 

Tus manos me hicieron y me formaron: 

instrúyeme para que aprenda tus mandatos; 

tus fieles verán con alegría 

que he esperado en tu palabra; 

reconozco, Señor,

que tus mandamientos son justos, 

que con razón me hiciste sufrir. 

Que tu bondad me consuele, 

según la promesa hecha a tu siervo; 

cuando me alcance tu compasión, viviré, 

y mis delicias serán tu voluntad; 

que se avergüencen los insolentes 

del daño que me hacen; 

yo meditaré tus decretos. 

Vuelvan a mí tus fieles 

que hacen caso de tus preceptos; 

sea mi corazón perfecto en tus leyes, 

así no quedaré avergonzado. 

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, 

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Y  tras el Hijo, .... la Madre!

 

Ella, la Mujer Eucarística y esposa del Espíritu Santo, es la que nos lleva de la mano al Corazón de Cristo y nos enseña a hacer la Voluntad de Dios. Con Ella nos unimos en oración al Espíritu Santo de Dios: 

 

¡Oh, Espíritu Santo, alma de mi alma! Yo te adoro, ilumíname, guíame, consuélame, fortaléceme, dime que debo hacer, dame tus órdenes. Te prometo someterme a todo lo que quieras de mi

y aceptar todo lo que permitas que me suceda;

solamente te pido conocer tu voluntad.

¿Como?


 

No es lo que está roto, no,

el agua que el vaso tiene;
lo que está roto es el vaso,
y el agua al suelo se vierte.

No es lo que está roto, no,
la luz que sujeta el día;
lo que está roto es su tiempo, y en sombra se desliza.

No es lo que está roto, no,
la caja del pensamiento;
lo que está roto es la idea
que la lleva a lo soberbio.

No es lo que está roto Dios
ni el campo que él ha creado; lo que está roto es el hombre que no ve a Dios en su campo

 

En este espacio queremos ayudarte a reparar lo que está roto en tu interior y a desatar los nudos que atan tu alma. Porque la libertad es la clave de la felicidad y sin ella somos cautivos, de los demás, de las circunstancias y de nosotros mismos. Y la experiencia de no ser dueño de uno mismo es la mayor fuente de frustración y enfermedad mental y física. 

 

Pero la Libertad está en función de la Verdad... de tí mismo, para empezar. Solo conociendo y asumiendo tu propia verdad puedes ser uno contigo mismo y atreverte a dar la cara ante el mundo. Y esa verdad incluye tus fuerzas y flaquezas, y te permitirá aprender a manejarlas positivamente.

 

Aquí te ofrecemos un camino... el Camino para llegar a esa Verdad que es Vida... para ti también. Una Nueva Vida, con mayúsculas, en la que no seas más esclavo de tu pasado, ni de tus miedos, ni de las circunstancias, ni de los demás. Una Vida en Libertad... en tu Verdad. Ahí te espera tu paz y tu felicidad. 

 

En la Verdad radica nuestra Libertad; en ella están nuestras alas para volar por encima de todas las dificultades y ver las cosas en perspectiva. En la Verdad yacen todos nuestros recursos, cual oro en la mina, para hacer frente a todas nuestras "deudas". Pero a veces esa Verdad duele, porque pone en jaque nuestras mentiras, pone en riesgo nuestro Ego, nuestras coartadas, nuestras corazas. La verdad de nosotros mismos a veces da mucho miedo: no somos los "santos" que nos creemos ser, que nos queremos creer que somos. Nuestra "autoestima" se resiente y quedamos al descubierto, con todas nuestras heridas y sombras. Porque la verdad de nosotros mismos nos lleva a la muerte del Ego... nos lleva a la purificación, nos lleva a la Cruz. Y eso da MUCHO miedo.

 

PERO....

No temas subir a tu cruz, porque hay Alguien que está allí para ti, alguien que ya ha subido por ti, para que tú no mueras en ella, sino para que puedas VIVIR!

 

El ya ha muerto por ti para abrirte un camino en esa tu muerte personal.... para que puedas ¡RESUCITAR!

 

 

No tengas miedo. Ponte en Sus manos. Díselo AHORA.

Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes. 

Todo lo creó para que subsistiera; las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno de muerte, ni el abismo impera en la tierra. Porque la justicia es inmortal. (Sb 1,13-15) 

 

Arrancó el Señor mi alma de la muerte. Caminaré en su presencia en el país de la vida. 

 

Oración 

Señor Jesucristo, que, colgado en la cruz, diste al ladrón arrepentido el reino eterno, míranos a nosotros, que, como él, confesamos nuestras culpas, y concédenos poder entrar también, como él, después de la muerte, en el paraíso. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. 

 

R/. Amén. 

V/. Bendigamos al Señor. 

R/. Demos gracias a Dios.  

SALMO 33
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.
Bendigo al Señor en todo momento, 
su alabanza está siempre en mi boca; 
mi alma se gloria en el Señor: 
que los humildes lo escuchen y se alegren. 

Proclamad conmigo la grandeza del Señor, 
ensalcemos juntos su nombre. 
Yo consulté al Señor, y me respondió, 
me libró de todas mis ansias. 
Contempladlo, y quedaréis radiantes, 
vuestro rostro no se avergonzará. 
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha 
y lo salva de sus angustias.

En eso consiste la humildad, en pedir ayuda. Y si no se recibe, CLAMAR al Cielo por ella. El Cielo siempre responde, pero cuesta TANTO pedir...! 

 

¿En qué se basa nuestra terapia?

 

En esto... 

Y esto: 

"Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que El me ha dado yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que ve al Hijo y cree en El, tenga vida eterna, y yo mismo lo resucitaré en el día final".

 

Y esto  

("Las potestades" se refiere a los demonios) 

OREMOS

 

Oh Dios, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste 

que tu Hijo muriera en la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 
 
Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, 
nacido del linaje de David. Éste ha sido mi Evangelio. Es doctrina 
segura: Si morimos con él, viviremos con él. (2Tm 2,8.11)

Y el camino de la muerte a la resurrección personal se hace ANDANDO ("se hace camino al andar"). Caminando es como se aprende.... a encontrar lo que se ha perdido.